La música de Bigott no tiene edad, y es una circunstancia que se puede comprobar fácilmente, sólo con volver la vista al público que llenó el pequeño salón de actos de la CAI ayer, cuya edad fluctuaba entre los 6 y los 60 años.
A las 9 de la noche, Bigott se presentó ante el respetable en formato trío: sin batería, y con Clarin apoyándole en los coros, el bajo y el sintetizador. Pero lo que realmente jugó a favor de la banda fue la idoneidad del entorno para su propuesta: un salón de actos pequeño (no más de 200 espectadores), subterráneo, sin cobertura, con poca luz, silencio y cómodos asientos; un ambiente que propició la evasión de todos los asistentes, ajenos durante noventa minutos a todo lo que ocurría en la superficie, a la lluvia, y al tráfico del centro de Zaragoza.